El Reggaetón Fue Mi Educación Sexual

Salomé Gómez-Upegui
7 min readSep 22, 2021

En quinto grado recibí “educación sexual” obligatoria en el colegio. Sentadas frente a un teleprompter, retorciéndonos del suspenso en un salón oscuro, vimos números que relacionaban la promiscuidad con la deserción escolar y la pobreza. Todos y cada uno de los métodos anticonceptivos se plantearon como ineficaces. El mensaje transmitido en esa salón: el sexo es una droga peligrosa y la mayor amenaza para el valor de una niña. La abstinencia era la única opción segura y respetable. El sexo era algo que te quitaban, algo a lo que debías renunciar cuando llegara el momento adecuado, pero nunca era para ti.

A lo largo de los años, se nos inculcó la abstinencia de diferentes maneras. En una ocasión, se repartieron tarjetas de colores, lapiceros y plástico para laminar, la promesa de mantener nuestra pureza, tratada como un inocente proyecto de arte. Justo encima de la línea para nuestras firmas estaban los términos simples del compromiso: permanecer castas hasta que llegáramos al altar. El “carnet de castidad”, como lo llamaban, debía permanecer en nuestras billeteras como un recordatorio constante de que si rompíamos este voto, seríamos sucias e indignas de amor verdadero.

En casa, las conversaciones sobre sexo no eran mejores porque estaban prohibidas. Mis padres hicieron todo lo posible por fingir que el sexo no existía e incluso a los veintiún años, mi…

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